La chica está sentada en medio de la hierba, ella es de piel trigueña, cabello negro y ondulado; viste una camisa blanca, un jean azul, unas valetas estampadas y unos aretes rojos, que no vienes al caso. Tiene una de sus piernas flexionada y sobre la rodilla de ésta las manos se entrelazan, por lo tanto de la impresión de estar prácticando un ejercicio de calentamiento.
A su alrederor la hierba se extiende formando un césped de matices muy variados. Y justo detrás de ella hay una baranda color hueso, con aire un poco desgartado; más allá se observa un espeso follaje que deja entrever algunas flores color malva que relucen ente los últimos rayos de sol de una de las primeras tardes de junio.
Sus ojos dejan ver una serenidad momentánea, pasmada de recuerdos y de historias inconclusas; para ella esa no es una una tarde anónima, pues sabe que esta se va a salvar del errumbe del tiempo, tanto por el artificio de la foto, como por lo que está pendando justo en el momento en que se dispara el flash; Lo sé por que me reconozco en ella, me es familiar y sé que en algún lugar le he visto.
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