martes, 30 de noviembre de 2010

Una aeroingeniosa idea





El 20 de septiembre del 2010 tuvo lugar un hecho sin precedentes en la historia, se realizó el primer vuelo de un avión hecho en su totalidad de papel, esto confrontó fuertemente los prejuicios de los escépticos, quienes se niegan a creer que sea posible volar y menos en un aparato de estas características. Así mismo, esto ha dejado sin habla a los grandes lideres  capitalistas, que sienten que se van a venir a bajo sus grandes  aerolíneas, pues la elaboración de este ingenioso invento es muy sencillo y  de fácil aprendizaje, de hecho  hay un importante grupo de estudiosos pertenecientes a la Universidad Industria de Santander, UIS, trabajando en ello y se cree que muy pronto estarán realizando excursiones alrededor del mundo.


Además, la semana pasada las comunidades protectoras del medio ambiente manifestaron su apoyo a esta ingeniosa idea y se mostraron complacidas al saber que esta nave está hecha en su totalidad de material biodegradable y, por tanto, no necesita gasolina ni emite gases contaminantes. Por otra parte, los grupos revolucionarios y comunistas han expresado su beneplácito, pues los bajos costos de su elaboración les permitirán librar una contienda más igualitaria frente a  los sistemas políticos imperantes. Sin embargo, existe cierta preocupación,  pues,  según fuentes extraoficiales los  grandes magnates al parecer estan haciendo planes para monopolizar la producción y uso del papel.






martes, 23 de noviembre de 2010

LITERALIA


CUENTO
               SIN
                     MORALEJA
                                                           Julio Cortazar





Un hombre vendía gritos y palabras, y le iba bien, aunque encontraba mucha gente que discutía los precios y solicitaba descuentos. El hombre accedía casi siempre, y así pudo vender muchos gritos de vendedores callejeros, algunos suspiros que le compraban señoras rentistas, y palabras para consignas, slogans, membretes y falsas ocurrencias.
Por fin el hombre supo que había llegado la hora y pidió audiencia al tiranuelo del país, que se parecía a todos sus colegas y lo recibió rodeado de generales, secretarios y tazas de café.
—Vengo a venderle sus últimas palabras —dijo el hombre—. Son muy importantes porque a usted nunca le van a salir bien en el momento, y en cambio le conviene decirlas en el duro trance para configurar fácilmente un destino histórico retrospectivo.
—Traducí lo que dice —mandó el tiranuelo a su intérprete.
—Habla en argentino, Excelencia.
—¿En argentino? ¿Y por qué no entiendo nada?
—Usted ha entendido muy bien —dijo el hombre—. Repito que vengo a venderle sus últimas palabras.
El tiranuelo se puso en pie como es de práctica en estas circunstancias, y reprimiendo un temblor mandó que arrestaran al hombre y lo metieran en los calabozos especiales que siempre existen en esos ambientes gubernativos.
—Es lástima —dijo el hombre mientras se lo llevaban—. En realidad usted querrá decir sus últimas palabras cuando llegue el momento, y necesitará decirlas para configurar fácilmente un destino histórico retrospectivo. Lo que yo iba a venderle es lo que usted querrá decir, de modo que no hay engaño. Pero como no acepta el negocio, como no va a aprender por adelantado esas palabras, cuando llegue el momento en que quieran brotar por primera vez y naturalmente usted no podrá decirlas.
—¿Por qué no podré decirlas, si son las que he de querer decir? —preguntó el tiranuelo, ya frente a otra taza de café.
—Porque el miedo no lo dejará —dijo tristemente el hombre—. Como estará con una soga al cuello, en camisa y temblando de terror y de frío, los dientes se le entrechocarán y no podrá articular palabra. El verdugo y los asistentes, entre los cuales habrá algunos de estos señores, esperarán por decoro un par de minutos, pero cuando de su boca brote solamente un gemido entrecortado por hipos y súplicas de perdón (porque eso sí lo


articulará sin esfuerzo) se impacientarán y lo ahorcarán.
Muy indignados, los asistentes y en especial los generales, rodearon al tiranuelo para pedirle que hiciera fusilar inmediatamente al hombre. Pero el tiranuelo, que estaba-pálido-como-la-muerte, los echó a empellones y se encerró con el hombre para comprarle sus últimas palabras.
Entre tanto, los generales y secretarios, humilladísimos por el trato recibido, prepararon un levantamiento y a la mañana siguiente prendieron al tiranuelo mientras comía uvas en su glorieta preferida. Para que no pudiera decir sus últimas palabras lo mataron en el acto pegándole un tiro. Después se pusieron a buscar al hombre, que había desaparecido de la casa de gobierno, y no tardaron en encontrarlo, pues se paseaba por el mercado vendiendo pregones a los saltimbanquis. Metiéndolo en un coche celular lo llevaron a la fortaleza y lo torturaron para que revelase cuáles hubieran podido ser las últimas palabras del tiranuelo. Como no pudieron arrancarle la confesión, lo mataron a puntapiés.
Los vendedores callejeros que le habían comprado gritos siguieron gritándolos en las esquinas, y uno de esos gritos sirvió más adelante como santo y seña de la contrarrevolución que acabó con los generales y los secretarios. Algunos, antes de morir, pensaron confusamente que en realidad todo aquello había sido una torpe cadena de confusiones y que las palabras y los gritos eran cosa que en rigor pueden venderse pero no comprarse, aunque parezca absurdo.
Y se fueron pudriendo todos, el tiranuelo, el hombre y los generales y secretarios, pero los gritos resonaban de cuando en cuando en las esquinas.

lunes, 8 de noviembre de 2010

REALIDADES FRAGMENTARIAS

La chica está sentada en medio de la hierba, ella es de piel trigueña, cabello negro y ondulado; viste una camisa blanca, un jean azul, unas valetas estampadas y unos aretes rojos, que no vienes al caso. Tiene una de sus piernas flexionada y sobre la rodilla de ésta las manos se entrelazan, por lo tanto de la impresión de estar prácticando un ejercicio de calentamiento.

A su alrederor la hierba se extiende formando un césped de matices muy variados. Y justo detrás de ella hay una baranda color hueso, con aire un poco desgartado; más allá se observa un espeso follaje que deja entrever algunas flores color malva que relucen ente los últimos rayos de sol de una de las primeras tardes de junio.

Sus ojos dejan ver una serenidad momentánea, pasmada de recuerdos y de historias inconclusas;  para ella esa no es una una tarde anónima, pues sabe que esta se va a salvar del errumbe del tiempo, tanto por el artificio de la foto, como por lo que está pendando justo en el momento en que se dispara el flash; Lo sé por que me reconozco en ella, me es familiar y sé que en algún lugar le he visto.

MEMORIAS TEMPRANAS

"Yo y mi árbol favorito."


Como es bien sabido a los veintiún  años es muy poco lo que se puede decir con respecto a la vida pasada sin que ello implique sentimientos un poco idealistas y faltos de objetividad, no obstante la historia de mi vida es  somera y mi memoria demasiado escurridiza, de manera que lo que en adelante  les voy a contar es una historia fragmentaria de aquello que logró salvarse de la tiranía del tiempo y que pudo ser traído á colación por una memoria  selectiva que tiene muchos sucesos  de los que no quiere acordarse.

Nací el  27 de enero de 1989 en un  pequeño pueblo pueblo llamado San Andrés, poco tiempo después de haber caído la noche. Justo ese día mi madre perdió la esperanza de dar a luz un barón, pues conmigo ya éramos tres mujeres en la casa.

Luego vino el trabajo de escoger el nombre, aunque en realidad no fue muy difícil pues mi madre ya tenía muy claro como me iba a llamar, y sólo le dejó a mi abuela dos opciones para que ella diera la última palabra, ella decía: " Se llamará María Cristina, en honor a las dos abuelas  o Diana Marcela, en honor al papá."; y como mi queridísima abuela no podía tolerar que una nieta tuviera que cargar con el peso de su nombre, se decidió por la segunda opción.

En los primeros meses de vida, al parecer fui  bastante fastidiosa, pues, cuentan que me pasaba todo el tiempo llorando sin ninguna explicación, y mi madre, que siempre ha sido una mujer muy ocupada,  no podía dedicarse de lleno a atender mis pataletas.



Poco tiempo después, mi madre me trajo a vivir en  Bucaramanga, lo poco que recuerdo es vivíamos en una casa grande con muchas escaleras;  allí solía jugar con unas niñas de las que ya no recuerdo los nombres. Por se tiempo,  me partí el brazo izquierdo, mientras  trataba de hacer una hamaca con unas correas en el closet de mi pieza. Hubiese querido tener una foto de mi brazo enyesado, pero no. 

A la edad de cinco años, mi madre me llevó de vuelta al pueblo, allí me quedé a vivir con mi abuela hasta los diez años. Durante este lapso mi madre iba varias veces en el año a visitarme, pero de cualquier forma se que una de estas veces yo no logré reconocerla y le tuve miedo. 

Aunque en ese tiempo estuve lejos de ella, aquella época es de la que tengo un mejor recuerdo. Yo estudiaba en una escuela pequeña pero agradable, tenía ventanales grandes, que la maestra Belén abría de par en  par cada mañana,  hermosos jardines y gratas compañías.  Eramos pocos estudiantes, esto hacía que todos nos conociéramos y pasáramos ratos divertidos a lo hora del recreo y en el camino, pues pese a que en un pueblo como el mío nada queda lejos, a veces nos tomaba horas llegar a nuestras casas. 

Por ese tiempo una de mis actividades favoritas era la pesca, pasábamos largas horas con mi hermana junto a los riachuelos para observar como los renacuajos se iban convirtiendo lentamente en ranas, a veces depositábamos algunos de ellos en una vasija para tenerlos en la casa y estudiarlos más a fondo .También, tuve una de las más lindas mascotas que he tenido en mi vida, un pequeño colibrí, que encontré tirado a la orilla del camino, lo cuidé y alimenté con miel de panela hasta que le dio por volar. Luego, tuve un perrito juguetón que solía romperme las botas de los pantalones, pero desafortunadamente no me duró mucho, enfermó al poco tiempo y murió;  para amortiguarla la pérdida, mi tío me regaló otro  que era muy elegante y tenía corbata, éste último sí murió de viejo. 

Después, mi madre me trajo de vuelta a la ciudad, allí empecé a estudiar en  la libertad, un colegio que nunca me gustó y al que nunca logré adaptarme.Luego ingresé al IMEN, y allí estudié hasta sacar el grado de bachiller. De los primeros años de secundaria no albergo muchos recuerdos, sé que durante el grado sexto fui muy juiciosa, hacía caso a todo lo que me decían los profesores y sacaba buenas notas hasta el inglés, una materia que para ese entonces nunca me gustó.

Por el contrario en séptimo todo fue muy distinto, conseguí un grupo de amigos bastante dispersos con los que solíamos escaparmos de clase, para ir a jugar baloncesto o dar paseos en los parques aledaños. Sin embargo, milagrosamente yo seguía teniendo buenas notas en las evaluaciones y a final de año fui la única de mis siete compañeros que logró pasar al año. 

A noveno llegué totalmente desparchada, pues como mis antiguos amigos habían perdido el año y se habían ido del colegio y tuve que empezar de cero; al poco tiempo ya tenía algunas amigas con las que pasabamos muy bien, pues organizabamos paseos y almuerzos a todas partes. Tambíen fue la época de los novios y las pataletas que suelen acompañar la adolecencia; de mí recuerdo que sufría como una demente por cosas que hoy me dan risa.



Más adelante vinieron los dos años más gratos del colegio, estos fueron décimo  y undécimo ya que elegí la modalidad de comunicación y ahí tuvimos la oportunidad de hacer muchas cosas que aunque aparentemente eran fortuitas percutieron conciderablemente en las desiciones que tomé más adelante.Organizamos varios recitales de poesía y algunas obras de teatro en las que  actores, directores, utileros y libretistas constituian rangos indeterminados que podían intercambiarse con extrema rápidez; sin embargo, yo siempre  preferí el papel de libretista. También, publicabamos  un periódico estudiantil que estaba a cargo nuestro, por consiguiente, allí escribí algunos artículos tal vez excesivamente apasionados de los que ahora no recuerdo mucho.



En el 2006 me gradué, sin muchas ceremonias. Recuerdo que mis padres organizaron una reunión muy agradable a la que no acudieron más personas de las que era menester. No pude ir a una fiesta que había ese fin de semana, porque mi abuela estaba en casa y eso para ella era y es casi una aberración, sobretodo si voy sola.

Después, salí con muchas energías y ganas de cambiar el mundo en un par de patadas, pero muy pronto la burbuja en que vivía se rompió y me di cuenta de que eso no era tan fácil,; no obstante, esa decilusión fue lo mejor que me pudo pasar; entonces decidí ingresar a la muy afamada UIS, y aquí estoy desde finales del 2007, tratando de desaprender, pero sobre todo de aprender, sin embargo,sé que la universidad más que una fuente de conocimiento es una puerta que se abre.